martes, 24 de mayo de 2016

16 de Iyar, 5776
31 días de Omer

La Parashá de esta semana, Behar, incluye una Mitsvá que creo que no es muy conocida.  En hebreo nuestros Sabios la llaman "ona-at debarim", que significa dañar o engañar a otras personas a través de nuestras palabras.    


Nuestros Sabios distinguieron entre "daños materiales", es decir,  cuando algo que yo hago, intencional o accidentalmente, daña la propiedad de otra persona, y "daños emocionales", que yo puedo causar a otra persona con mis palabras.   Rabbi Shimón bar Yojai dijo que los daños emocionales son más severos que los materiales, pueden tener un impacto mucho más serio en la víctima, y son mucho más difíciles de reparar....


Una aclaración importante. Cuando hablamos de la prohibición de dañar al prójimo con nuestras palabras, NO nos estamos refiriendo a Leshón haRá, hablar mal de otra persona (lo cual también daña y es un prohibición gravísima) . La diferencia entre "dañar con palabras" y "hablar mal de otra persona" es que esto último ocurre cuando "el señor A le habla mal del señor B al señor C". Eso es Leshón haRá.  Mientras que ona-at debarim  se refiere a cuando el señor A le dice algo directamente al señor B que es engañoso, ofensivo, que lo hiere, o que lo afecta emocionalmente.  No hay un señor C de por medio. A menos que se trate de un testigo presencial C, lo cual por cierto magnificaría exponencialmente la seriedad de la ofensa. 


El área que cubre la prohibición de ona-at debarim es muy amplia. Tan amplia que el 


לֹא תוֹנוּ אִישׁ אֶת עֲמִיתוֹ וְיָרֵאתָ מֵאֱלֹקיךָ
Sefer haJinuj dijo que no puede ser definida con una simple fórmula, más allá de recordar que incluye daños y engaños, y a veces estos dos actos se dan simultáneamente y a veces no. Es por eso que tanto la Mishná como la Guemará nos traen ejemplos que ilustran esta prohibición.


Vamos a presentar a continuación el primer caso que menciona la Mishná (Babá Metsiá 4:10). 


La Mishná primero discute largamente el tema de "engaños y daños materiales". Un ejemplo, un vendedor debe ser honesto. No debe "embellecer artificialmente su mercadería" para venderla a un mejor precio (piensen en un vendedor de autos usados, que "reduce" el número del cuentakilómetros del automóvil que quiere vender para que parezca menos usado...). Luego de traer muchos ejemplos de este tipo, la Mishná se refiere a ona-at debarim, y nos trae un ejemplo "de transición" muy sofisticado, un caso que está en la frontera entre engaños materiales y emocionales. 


Dice la Mishná (con mis propias palabras): "Un consumidor no puede ingresar a un negocio y preguntarle al vendedor ¿cuánto cuesta esto, cuánto cuesta aquello? cuando no tiene ninguna intención de comprar. "


Analicemos este caso:
1. Por un lado, aquí no existe un daño material a la mercadería del vendedor, pero sí existe un daño material al tiempo del vendedor, lo cual podría hacerle perder una venta. Ya que si el vendedor piensa que este cliente tiene la intención de comprar, es posible que desatienda a otro cliente que SÍ tiene la intención de comprar. 


2. Por el otro lado, está también el daño emocional, la decepción: el cliente engaña premeditadamente al vendedor haciéndole creer que va a realizar una compra... 


3. La primera razón por la cual este acto se enmarca dentro de "daños o engaños con palabras" es porque todo el daño fue causado a través de palabras: "¿Cuánto cuesta esto, cuánto cuesta aquello?


4. Pero creo que la razón principal por la cual este caso se enmarca dentro de daños emocionales y no materiales es porque este caso no puede ser "juzgado" por un tribunal. A diferencia del caso del cuentakilómetros, que técnicamente se podría verificar si fue alterado, en este tipo de casos es imposible presentar evidencias de engaño, sólo el cliente sabe cuál si su verdadera intención fue o no fue comprar ( דברים המסורים אל הלב).    


Este caso nos sirve para entender el elemento más característico de ona-at debarim.  La mayoría de estos casos no pueden ser "juzgados" por cortes humanas, ya que el acusado siempre puede alegar, con o sin razón, que no fue su intención engañar o dañar a nadie. En última instancia, sólo el Todopoderoso que conoce nuestros pensamientos  e intenciones, sabe la verdad. Por eso, dicen nuestros Sabios, el versículo que se refiere a ona-at debarim termina diciendo  "Y temerás a HaShem, tu Dios" ya que en estos casos, Él es el único Juez que podrá juzgar.  


Como el lector podrá apreciar, el standard de la ética judía que impone esta Mitsvá es muy elevado, y a lo mejor un poco avanzado para la sociedad de consumo contemporánea.  Mañana BH veremos el segundo ejemplo de la Mishná. 



FYI: Para evitar una situación de ona-at debarim en un caso como el que recién presentamosel cliente simplemente le debería aclarar al vendedor que su intención no es comprar sino solamente examinar los precios.   
  










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